Del Telón de acero al Tablero de ajedrez
Metemos en una coctelera un poco de CIA, una silla radiografiada, 250 000 dólares, la ciudad de Reikiavik, otro poco de KGB, unas cuantas cámaras de televisión y, finalmente, un chorrito de mentalismo. Lo servimos en plena Guerra Fría y el resultado es: el Campeonato Mundial de ajedrez entre Boris Spaski y Robert James Fischer. O lo que es lo mismo, comunismo contra capitalismo.
Hace poco más de medio siglo, en 1972, la maquinaria capitalista norteamericana y el régimen soviético, trasladaron al tablero de ajedrez su confrontación política. Los peones elegidos para semejante evento propagandístico, quiero decir, deportivo, tenían dos personalidades totalmente enfrentadas.
¡Representando a los EUA… maniático, antisocial, antisemita, genio atormentado, y hoy en día seguramente diagnosticado con síndrome de Asperger… el aspirante Robert James Fischer!
¡Representando a la URSS… honesto, carismático, cordial, amistoso… el campeón del mundo Boris Spaski!
Era la primera vez en la historia en la que un ajedrecista estadounidense se había ganado el derecho a disputar el título del Campeonato Mundial de ajedrez. Había conseguido superar las complicadas fases eliminatorias tras las que solo podía sobrevivir un aspirante. Fases, todo hay que decirlo, organizadas de tal forma que la confabulación entre los ajedrecistas soviéticos aseguraba siempre que el candidato al título fuese uno de ellos.
La batalla psicológica
Como no podía ser de otra manera, conociendo la personalidad de Fischer y sus antecedentes en campeonatos anteriores, el inicio del torneo estuvo condicionado por sus exigencias y extravagancias: percibir un porcentaje de los derechos televisivos, elevar la dotación de premios, una iluminación concreta, cojines de la silla a su gusto, etc.
Cuando todo indicaba que Bobby no iba a asistir al campeonato, a última hora, un promotor británico dobló la bolsa de premios. Aun así, hizo falta una llamada del entonces consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger, alegando al patriotismo de Fischer para que este, finalmente, asegurase su presencia en Islandia. Con todo esto, y a pocas horas de declararse su incomparecencia, llegó por fin Fischer a Reikiavik.
Hay que señalar que su oponente, Spasky, fue muy flexible y cedió a cada petición de Bobby en pro de la celebración del campeonato. Como él mismo declaró posteriormente, la guerra psicológica ya estaba siendo ganada por el aspirante.
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